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Aquella Extraña Mujer.

 
Post #1


Aquella Extraña Mujer.Debido a una lesión muscular a consecuencia de un choque, mi médico me recomendó comenzar una rutina de entrenamiento con la finalidad de darle firmeza a los músculos de mi pierna derecha, y ayudar en la recuperación de la fractura que tuve. Ya habían transcurrido más de 8 años desde aquel día, y lo que empezó siendo un tratamiento recomendado por un médico, a la larga se convirtió en una parte fundamental de mi rutina diaria, y ahora, era un hombre con un físico más que respetable. Mido 1,90, peso 98 kilos, y tengo un 5% de grasa corporal. Hago una dieta saludable todos los días y nunca he faltado a un entrenamiento.Aquella tarde había terminado de entrenar piernas y glúteos, cuando la vi a ella por primera vez. Yo estaba haciendo los estiramientos post ejercicio, cuando pasó a mi lado completamente en silencio. Iba vestida de pies a cabeza y se había colocado el gorro del chándal que llevaba. La ropa le quedaba holgada para ser sincero. Ella se paró delante de mí, y me preguntó si había terminado con la prensa de piernas. Yo le dije que sí, pero que todavía me faltaba colocar los discos en su sitio. Ella levantó su cara y me miró a los ojos fijamente. Tenía ojos color esmeralda. Su piel era blanca como la nieve. Y su cabello, negro y lacio. Unas cejas pobladas y una nariz perfilada daban más brillo al verde de sus ojos. Sus labios, rojos y carnosos, invitaban a deleitarse en ellos durante toda la eternidad. Ver su cara, y más que eso, la profundidad de su mirada, me sonrojó. Ella, al ver mi reacción, sonrió. Sus dientes eran un collar de perlas blancas perfectamente alineadas. Yo también sonreí, para disimular lo perturbador de su belleza. Ella miró los discos en la máquina y me dijo:- No los toques. Déjalos. Me viene bien que ya estén puestos.- Como quieras, le dije.Me puse a un lado de la máquina, pensando en cómo ella podría mover los mismos kilos que yo. A final de cuentas, ella mujer, yo hombre, ella uno ochenta, yo uno noventa, yo usaba ropa XXL, y ella con ropa holgada.?No tiene ni idea de lo que le puede pasar?, pensé yo. De cualquier manera, me quedé para ver qué iba a hacer ella.No tardé en conocer la respuesta. Se quitó la parte de arriba del chándal, los cascos del móvil, y el pantalón holgado que traía. Se quedó con una camiseta de tirantes, y un pantalón corto. No podía creer lo que estaba viendo. Medía 1,80, pero tendría un peso de 82 kilos y menos grasa corporal que yo. Todos en el gimnasio nos volteamos a verla. No usaba sostén. Sus tetas no solo eran grandes. Desafiaban la gravedad. Sus hombros eran anchos y redondeados. Sus bíceps eran torneados, con volumen y con venas que recorrían todo el largo de sus brazos. Su espalda podía soportarme a mi sin mucho esfuerzo. Su abdomen exhibía un 6 pack claramente definido. Su cintura daba paso a unas piernas grandes como troncos de un árbol. Sus nalgas eran duras como el acero. Y protuberantes como las tetas que tenía en el pecho. Sus pantorrillas sobresalían por debajo de sus rodillas. Se sentó en la prensa de piernas y me pidió ayuda.- Dime qué quieres que haga.- Voy a hacer mi calentamiento con este peso, pero necesito que me aguantes la máquina mientras me voy calentando, me dijo.- Claro, lo que quierasElla se colocó en posición en la máquina. Y cuando se sintió cómoda, me pidió que aguantara los discos. Yo me puse a un lado. Llamé al entrenador quien se puso en el otro lado de los discos. Ella empezó a flexionar sus piernas, poco a poco. Hasta que logró que los discos bajaran completamente, e hicieran todo su recorrido. Hizo 3 series de 10 repeticiones sin descanso. Y ni siquiera había empezado a sudar. Se puso de pie para estirar un poco sus piernas. Aquellas piernas habían empezado a recibir importantes dosis de sangre y presión, y los músculos habían empezado a aumentar su tamaño. Volvió a sentarse en la máquina. Y me hizo una petición especial.- Súbete a la máquina.- Yo?, pregunté- Sí. Tú. Ponte de ese lado. Y el entrenador que se ponga en el otro.Nos quedamos atónitos mirándonos. Ella sonrió. Nos indicó que nos subiéramos. Lo hicimos. Habíamos añadido 180 kilos a los 300 kilos que ya tenía la máquina. Nos esperamos lo peor.Ella se concentró. Respiró profundamente. Apretó sus labios. Y empezó a mover los discos. Y con ellos, a nosotros dos. Todo el mundo en el gimnasio estaba viéndola a ella entrenar. No había nada más que mirar. Cuando nos empezó a mover, yo pensé que no lo lograría. Hizo 3 series de 15 repeticiones. Cuando terminó, nos indicó que nos bajáramos. Se puso a estirar las piernas en una caminadora. Estuvo durante 30 minutos a una velocidad increíble para un ser humano. No digamos ya para una mujer. Mientras ella estaba en sus ejercicios, las demás personas del gimnasio se marcharon, asombrados, preocupados y desilusionados a parte iguales por el desempeño de esa mujer. El entrenador cerró el gimnasio. Al final, nos habíamos quedado ella, el entrenador y yo.Pasada esa media hora, ella se puso a hacer sentadillas. Con los mismos 300 kilos de la prensa de piernas. 60 minutos de sentadillas. El entrenador y yo, nos habíamos sentado en la oficina y estábamos hablando del portento de mujer que había empezado ese día en el gimnasio. Él juraba que nunca la había visto. Yo tampoco recordaba ninguna mujer como ella. Hablamos de la posibilidad de que ella estuviera en algún tratamiento con esteroides y hormonas masculinas, pero lo descartamos por su buen estado físico en general. Mientras él y yo hablábamos, podíamos verla a ella haciendo sus ejercicios a través de las cámaras de vigilancia. Se había colocado en el banco de pesas y estaba haciendo mancuernas, con las de 80 kilos, una en cada mano. En un momento de tensión muscular, su camiseta se rompió, dejando al aire sus tetas con sus pezones apuntando firmes hacia el cielo. Ella no se inmutó. Sabía que estábamos los tres. Pero a mi amigo el entrenador, le estaba pasando algo. Empezaba a tener una erección. Y yo también. Nos dimos cuenta enseguida de lo que le sucedía al otro. Él se levantó lentamente y le puso el seguro a la puerta de la oficina. Cuando regresó, yo ya me había quitado la ropa y estaba desnudo. Él lo hizo mientras caminaba hacia mi. Yo abrí mis piernas y le mostré mis 20 cms de polla erecta, venosa y gruesa. Él por su parte, me metió en la boca sus 23 cms que devoré gustoso mientras la veíamos a ella que seguía entrenando.El entrenador me había introducido su polla hasta el fondo de mi garganta. Yo lo miraba mientras la metía y la sacaba, y yo me masturbaba. Me pidió que me apoyara en el escritorio, lo que hice inmediatamente, y él introdujo sus dedos lubricados en mi ano, que ya estaba completamente dilatado. Se puso un condón y me penetró. Fue una penetración distinta. Así la sentí. Estaba urgido de aliviarse con alguien. ?¿Quién mejor que yo??, pensé. Me había tomado por mi cintura y no quería que despegara mis aceradas nalgas de su descomunal pene. Le dije que no me movería, que me quedaría tranquilo esperando por su descarga de semental, que ya sentía que estaba próxima. Se descargó. Me besó en el cuello y en la espalda. Me abrazó con sus brazos. Y nos quedamos allí, jadeantes.Pasamos así varios minutos que parecieron una eternidad. Sin saber por qué razón, subimos la mirada al mismo tiempo hacia las imágenes de las cámaras de seguridad. Ella, había terminado de entrenar. Se había desnudado en el gimnasio y estaba entrando al sauna. Estaba tan ancha, que tuvo que entrar de lado. Mi amigo y yo, nos quedamos viendo la imagen.- Yo voy a ir con ella, le dije.- Si tú vas con ella, yo también. Sabes bien, que donde tu vayas, allí estaré Amor mío.Nos besamos. Abrimos la puerta de la oficina y nos fuimos al sauna del baño de mujeres. Ella estaba allí, sudorosa. Le acercamos una toalla.- No hace falta chicos, nos dijo.- Menudo entreno te has metido hoy, le dije yo.- Fue solo mi calentamiento, no es nada para lo que suelo hacer.- ¿Y qué más sueles hacer?, le preguntó mi amigo.- Me alimento- ¿Por dónde?, le pregunté- Por aquí, me dijo mostrándome su coño rosado y depilado.Ella tomó mi cabeza con una mano y la colocó en su entrepierna para que le chupara su coño. Con la otra, agarró por el cuello a mi amigo y lo colocó a su lado para ella chuparle la polla. Estuvimos así, durante más de una hora. Mi polla, erecta, tenía ese color rojo de sangre acumulada en su interior. Mi amigo, también estaba igual que yo. El coño de esta mujer, estaba tan bien lubricado que mi lengua lo penetraba fácilmente. Le chupé el clítoris, tamaño normal para una mujer. Eso la enloqueció. Cuando tuvo su primer orgasmo, le metió un puñetazo a la pared, y le abrió un agujero. A mí me empujó con una pierna, y me empotró en la pared del sauna. Ella vino hacia mi, y me acosté en el banco de madera, para que ella se pusiera encima. Agarró a mi amigo y le indicó que la penetrara por detrás. Yo la penetré y jamás había experimentado algo así. Aquella vagina era por decirlo en una palabra, extraordinaria. Sus contracciones sobre mi polla erecta, me habían excitado demasiado. La agarré por sus tetas y empecé a chuparlas y a morder sus pezones mientras ella gemía de placer. A mi amigo, por su parte, le había apretado la polla con las nalgas después de tenerla toda bien adentro de su ano. A mi amigo aquella sensación lo había enloquecido. La había agarrado por la cintura y ahora era él el que nos marcaba el ritmo a todos. Yo sentía su poderosa polla porque la sentía rozar con la mía. Y nuestras pollas y todo nosotros dos, bajo el dominio de ella, que nos tenía en su poder. Me besó con desesperación. Nos dijo que nos corriéramos ahora, que ella estaba a punto de tener un orgasmo.Sus ojos lanzaron una luz verde que nos envolvió a todos.Gritamos los tres al mismo tiempo.Pero nos hicimos más poderosos y fuertes que nunca.Y los tres también eyaculamos al mismo tiempo. Nuestros líquidos no parecían tener fin.Y nuestros cuerpos crecieron más.Y luego, la nada.No recuerdo exactamente cuánto tiempo pasamos así los tres. Sé que nos cambiamos de posición 4 veces más durante aquella noche. No dormimos ninguno de los 3. Me pidió que me follara al entrenador, y no iba a desobedecer una orden directa. Cuando estábamos retozando los 3, llegó el amanecer. El gimnasio había quedado destrozado.Nos vestimos. Le preguntamos cuándo volveríamos a saber de ella.- Hoy mismo. Y quiero esto otra vez, dijo agarrándonos nuestras pollas, gruesas y satisfechas.- Por mí está bien, le dije- Por mí también, dijo mi amigo.- ValeY ella se marchó. Mi amigo y yo, también.
08-02-2022, at 03:55 PM
Alýntý
 




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