Susana, mi bibliotecaria favorita
 

Susana, mi bibliotecaria favoritaDurante mis años universitarios, acostumbraba a usar libros de la Biblioteca Pública, pero además me gustaba la atmósfera húmeda y oscura del salón principal. Sumado al silencio, era el lugar ideal para estudiar con mucha tranquilidad; así que pasaba largas horas sentado en un rincón allí.Desde ese lugar además podía observar los movimientos de Susana, la bibliotecaria principal. Era una mujer de edad incalculable; pero a mí me excitaba su manera de caminar moviendo sus caderas, su figura esbelta y sus cabellos prolijamente recogidos en una cola de caballo, que la hacía lucir definitivamente más sensual todavía. Además usaba anteojos, lo cual me producía una tremenda calentura cuando la imaginaba desnuda, pero sin quitarse esas gafas ni las sandalias de taco alto que solía llevar?Una tarde me acerqué a ella para solicitarle un nuevo libro. Me llamó la atención que estaba estrujando contra su pecho un libro, como si quisiera impedir que yo pudiera leer el título del mismo.Le pregunté por mera curiosidad qué estaba leyendo y Susana me dirigió una mirada aterrorizada, como si yo hubiese descubierto su secreto?Le pedí disculpas por mi falta de discreción y me imaginé que sería algún libro sobre obscenidad; así que tomé el libro que le había solicitado y me alejé para sentarme en mi rincón habitual.Desde allí podía notar de reojo, que Susana me miraba de vez en cuando. Finalmente se decidió y se acercó a mí, con ese libro misterioso en sus manos. Me mostró el título y reconocí que era una obra maestra de arte erótico.En silencio Susana se sentó frente a mí, mientras se acomodaba la falda que cubría esas largas piernas que tenía, enfundadas en nylon oscuro. La miré a los ojos y le dije que esa obra era muy interesante para leer.Pero entonces me sorprendió diciendo que le parecía algo sucio?Mientras conversábamos sobre ese libro,; por debajo del escritorio yo me estaba tocando; me había excitado por la novedad de que esa interesante mujer estaba compartiendo sus ideas conmigo.De repente ya no aguanté más; me levanté y me puse detrás de ella pagando mi creciente erección contra su firme trasero. Tomé sus manos desde atrás y le pedí que me leyera algunos párrafos de esa obra erótica.Susana comenzó a leer, pero enseguida se detuvo al sentir que mis manos se deslizaban bajo su suéter y alcanzaban a aferrar sus suaves y cálidas tetas. Me sorprendió notar que no llevaba un sujetador?Le susurré al oído que continuara leyendo para mí y así lo hizo.Mis dedos traviesos juguetearon con sus pezones erectos, frotándolos y pellizcándolos, para provocarle a ella una mezcla de placer y dolor.De repente Susana sin mirarme, me pidió que la acariciara abajo.Entonces mis manos se deslizaron de sus firmes tetas, rodando por su estómago y vientre, hasta llegar a su pubis.Ya no me sorprendió encontrar que no llevaba ropa interior, ni que su labia estaba suavemente depilada. Hice que se pusiera de pie y la obligué a apoyar su pecho contra la tabla del escritorio, mientras ella intentaba seguir leyendo ese libro. Levanté su larga falda hasta la cintura y un par de firmes y redondos cachetes quedaron a mi vista.Mi verga se endureció del todo.Susana continuaba leyendo párrafos de literatura erótica y pude ver que sus labios vaginales expuestos brillaban en la penumbra de la biblioteca.La muy perra estaba ya bien humedecida, lista para ser penetrada.Apoyé mi pija palpitante y dura sobre esos apretados labios vaginales y empujé un poco. Susana se agitó; pero empujó hacia atrás contra mi cuerpo, mientras trataba de concentrase en continuar leyendo en voz alta.Al sentir que la penetraba, Susana soltó un profundo suspiro y arqueó su espalda; la besé en la nuca y la sujeté por las caderas; aunque estaba seguro de que ella no se iba a escapar.Susana seguía leyendo erotismo; mientras yo comencé a bombearle esa delicada concha con mucha suavidad. El silencio en todo el salón solamente era roto por su sedosa voz que seguía leyendo en voz alta y el choque de nuestros cuerpos húmedos y enfebrecidos por la calentura.De repente Susana gritó y eso me excitó mucho; así que empujé su cuerpo completamente contra la mesa, haciendo que su delicado rostro cayera sobre las páginas del libro. Su aliento ahora resoplaba contra las hojas que sonaban al compás de mis tremendas embestidas. Sus aullidos de gata en celo comenzaron a hacer eco en las estanterías, mientras ella meneaba sus caderas, golpeando contra mi verga endurecida que le taladraba esa dulce vagina sin piedad. De repente Susana gimió y pude sentir que ella acababa sobre mi verga. Ella explotó en éxtasis y sus cálidos jugos se deslizaron entre sus muslos.Ya no pude aguantar mucho más y pronto exploté yo también, llenando esa suave concha con mi semen hirviente. Ella tuvo otro orgasmo al sentir que me derramaba dentro de su vientre.Susana se desplomó sobre el escritorio, mientras jadeaba entre las páginas de ese libro que había desatado esa calentura desenfrenada en su mente.Saqué mi verga chorreante de su cuerpo y acerqué mis labios a su nuca, para besarla y oler su fragancia a mujer.Luego susurré a su oído que buscara algún otro libro; porque desde ese momento, ella iba a leer más seguido para mí?